Estás en la playa tras un magnífico día de sol y calor. El Sol está a punto de ponerse y todo el mundo está pendiente. La luz ya es tenue y en el horizonte el astro rey se sumerge en el océano y parece que se apaga. En el último momento, cuando apenas el último rayo queda visible se produce un momento mágico. El amarillo se torna en verde por un instante y muchos piensan que ha sido un sueño o lo han imaginado.
Y no. El rayo verde existe. No es un mito. Es un fenómeno óptico muy difícil de ver, que precisa de unas condiciones determinadas, pero es real, y yo lo he visto. Se necesita un horizonte muy lejano y liso, que permita ver la puesta hasta el final y con muchas capas atmosféricas encima, y claro, ausencia de nubes. En el momento de la puesta, del último rayo, la luz no es tan fuerte y esas capas atmosféricas, esas capas de aire, pueden actuar como un prisma, y convertir ese amarillo anaranjado en verde. Y no sólo en verde, sino en azul, un rayo más complicado de ver aún.
En esta fotografía de Juan José Manzano , del Grupo de Observadores Astronómicos de Tenerife, podemos ver ambos en todo su esplendor.
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