El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, ha
mostrado su auténtico talante de "demócrata de toda la vida" y ha
abogado por restablecer la censura en los medios de comunicación porque
hay que "cuidar" el "daño" que se hace a personas e instituciones. Para
el Presidente circunstancial de Madrid hay que ponerle coto a la
supuesta ligereza con que los medios publican noticias que dañan la
imagen del PP.
En declaraciones a la cadena esRadio, González se ha quejado de que "estamos en una situación en la que vale todo a efectos de publicación en los medios de comunicación". A cuenta de las fotos en que su colega de partido y presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo se codeaba con un popular narcotraficante en su yate, González, que considera el hecho “irrelevante” para la actividad política del gallego, cree que al publicar esta información el "daño ya está hecho".
Por ello, abogaba en la emisora que estas conductas, propias de la prensa libre, "No son aceptables ni admisibles, tiene que haber un límite", remachó.
Horas después, probablemente aconsejado por alguien con más profundas convicciones democráticas o quizás simplemente con algo más de sentido común, el presidente sobrevenido de Madrid intentó manipular sus propias declaraciones y negó que apostase por la censura de los medios. Para intentar arreglar su tic autoritario, González intentó descafeinar su sinceridad matutina explicando que lo que había querido decir con “poner límites” a los medios era que la prensa “tenía que tener cuidado” con lo que publicaba. Como si los tribunales, el ordenamiento jurídico español, y la pléyade de abogados que financia el PP no fuesen suficiente dique para los supuestos excesos en la libertad de expresión.
Pero, cuantas más explicaciones intentaba dar el presidente González, más se notaba su impostura. Su sinceridad matutina no podía ser contrarrestada por sus tergiversaciones vespertinas. González ha quedado retratado. Nítidamente retratado.
En declaraciones a la cadena esRadio, González se ha quejado de que "estamos en una situación en la que vale todo a efectos de publicación en los medios de comunicación". A cuenta de las fotos en que su colega de partido y presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo se codeaba con un popular narcotraficante en su yate, González, que considera el hecho “irrelevante” para la actividad política del gallego, cree que al publicar esta información el "daño ya está hecho".
Por ello, abogaba en la emisora que estas conductas, propias de la prensa libre, "No son aceptables ni admisibles, tiene que haber un límite", remachó.
Horas después, probablemente aconsejado por alguien con más profundas convicciones democráticas o quizás simplemente con algo más de sentido común, el presidente sobrevenido de Madrid intentó manipular sus propias declaraciones y negó que apostase por la censura de los medios. Para intentar arreglar su tic autoritario, González intentó descafeinar su sinceridad matutina explicando que lo que había querido decir con “poner límites” a los medios era que la prensa “tenía que tener cuidado” con lo que publicaba. Como si los tribunales, el ordenamiento jurídico español, y la pléyade de abogados que financia el PP no fuesen suficiente dique para los supuestos excesos en la libertad de expresión.
Pero, cuantas más explicaciones intentaba dar el presidente González, más se notaba su impostura. Su sinceridad matutina no podía ser contrarrestada por sus tergiversaciones vespertinas. González ha quedado retratado. Nítidamente retratado.
Comentarios